in , , , ,

Covid-19 y diabetes exhiben la crisis sanitaria

Por Andrew Jacobs para The New York Times

Después de que se le infectara una picadura de insecto en la espalda, David Donner, un camionero jubilado de la zona rural de Alabama, esperó con su mujer seis horas en una sala de urgencias abarrotada antes de que las vacunas contra el COVID-19 estuvieran disponibles de manera generalizada. Unos cuantos días después, ambos comenzaron a experimentar síntomas de la enfermedad.

Debra Donner se recuperó rápidamente, pero David Donner, de 66 años, terminó en la unidad de cuidados intensivos. “El virus apenas la detuvo a ella, pero yo acabé rodeado de enfermeras con trajes de protección”, comentó. Su recuperación titubeante ha hecho que dependa de una silla de ruedas. “Camino seis metros y pierdo el aliento como si hubiera corrido 30 kilómetros”.

Para los Donner, sus reacciones tan distintas no son un misterio: David Donner padece diabetes, una enfermedad crónica que afecta la capacidad del cuerpo para regular el azúcar en la sangre e inexorablemente causa estragos en la circulación, la función renal y otros órganos vitales.

Después de las personas mayores y los ancianos, quizá ningún grupo se haya visto tan afectado por la pandemia como los diabéticos. Estudios recientes sugieren que entre el 30 y el 40 por ciento de todas las muertes por coronavirus en Estados Unidos se han producido entre personas con diabetes, una cifra aleccionadora que se ha visto eclipsada por otros datos sombríos de un desastre de salud pública que va camino a cobrar un millón de vidas estadounidenses en algún momento de este mes.

Las personas con diabetes son especialmente vulnerables a la enfermedad grave de COVID, en parte porque la diabetes deteriora el sistema inmunitario, pero también porque quienes padecen la enfermedad suelen tener problemas de hipertensión, obesidad y otras afecciones médicas subyacentes que pueden empeorar gravemente una infección por coronavirus.

“Es difícil exagerar lo devastadora que ha sido la pandemia para los estadounidenses con diabetes”, señaló Giuseppina Imperatore, que supervisa la prevención y el tratamiento de la diabetes en los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades.

Los pacientes diabéticos hospitalizados con COVID pasan más tiempo en la UCI, tienen más probabilidades de ser intubados y tienen menos probabilidades de sobrevivir, según varios estudios, uno de los cuales descubrió que el 20 por ciento de los pacientes diabéticos hospitalizados por coronavirus murieron al cabo de un mes de su ingreso. Aunque los investigadores todavía están tratando de comprender la dinámica entre ambas enfermedades, la mayoría está de acuerdo en una cosa: la diabetes no controlada deteriora el sistema inmunitario y disminuye la capacidad del paciente para tolerar una infección por coronavirus.

ENEMIGO SILENCIOSO

La diabetes es una enfermedad perjudicial y a la vez omnipresente e invisible, en parte porque la mayoría de las personas que la padecen no tienen la apariencia de estar enfermas. Afecta a 34 millones de estadounidenses, el 13 por ciento de todos los adultos, pero atrae menos fondos y atención pública que otros grandes asesinos como el cáncer, el alzhéimer o las enfermedades cardiacas.

Aunque la atención de los líderes políticos y el público sobre la pandemia empieza a desvanecerse, los investigadores, médicos y otros expertos en la materia esperan que el sufrimiento y la muerte desproporcionados entre los diabéticos atraigan de nuevo la atención a esta enfermedad, que cobra 100 mil vidas al año y absorbe uno de cada cuatro dólares destinados a la atención médica.

“Millones de estadounidenses ya estaban luchando contra la diabetes, y luego apareció la COVID y generó un enorme porcentaje de sufrimiento y miseria que los ciudadanos y los creadores de políticas han pasado por alto”, comentó David Kerr, director de investigación e innovación del Instituto Sansum de Investigación de la Diabetes en California.

COVID, ¿DESARROLLA DIABETES?

Para agravar las preocupaciones, algunos estudios sugieren que una infección por coronavirus puede aumentar el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2, una enfermedad que se puede prevenir en gran medida con una dieta sana y ejercicio. El tipo 1, por el contrario, es un trastorno genético que suele aparecer a una edad temprana y a veces se denomina diabetes juvenil. Más del 90 por ciento de los casos de diabetes en Estados Unidos son de tipo 2.

Un estudio publicado el mes pasado reveló que los pacientes que se habían recuperado de COVID tenían un 40 por ciento más de probabilidades de que se les diagnosticara diabetes tipo 2 en un plazo de doce meses, en comparación con los no infectados, aunque los investigadores aún no han determinado una conexión entre ambas afecciones.

En los últimos dos años, los médicos también han informado de un fuerte aumento del diagnóstico de diabetes tipo 2 en los jóvenes, un incremento que muchos creen que está relacionado con el drástico aumento de la obesidad infantil durante la pandemia. “Hemos visto a niños que llegan tan enfermos y deshidratados que a veces requieren atención en la UCI”, aseguró Daniel Hsia, especialista en diabetes del Centro de Investigación Médica Pennington de la Universidad Estatal de Luisiana.

Como ocurre con muchas enfermedades crónicas, las tasas de diagnósticos de diabetes entre los pobres y las personas de color son desproporcionadamente más altas.

Aunque hay mucho que los investigadores no entienden, muchos creen que la diabetes no controlada amplifica en gran medida los peligros de un diagnóstico de COVID. Esto se debe a que un estilo de vida sedentario, el aumento de peso o la falta de control de los niveles de azúcar en la sangre alimentan la inflamación crónica del organismo, lo que puede aumentar la resistencia a la insulina y debilitar el sistema inmunitario.

AVANCES DESIGUALES

En algunos aspectos, la pandemia ya ha tenido algunos efectos positivos en la atención a la diabetes, con un incremento de adopción de la tecnología que permite monitorear la enfermedad a distancia.

No obstante, muchos avances se han distribuido de forma desigual. Las personas que no están aseguradas no pueden costear los dispositivos más modernos de monitorización de la glucosa o de administración de insulina, y en las comunidades económicamente desfavorecidas con escasos conocimientos digitales, los expertos afirman que los médicos son menos proclives a ofrecer nuevas tecnologías y tratamientos a los pacientes negros e hispanos, incluso cuando su seguro lo cubre.

El costo exorbitante de la insulina, un medicamento básico para el control de la diabetes, también ha tenido un mayor impacto en los pobres. Un estudio de 2019 reveló que una de cada cuatro personas con diabetes había racionado el uso de la insulina, lo que puede tener consecuencias nefastas para la salud.

Los expertos afirman que para hacer frente a la crisis de la diabetes en el país será necesario hacer más que ampliar el número de trabajadores comunitarios de la salud: se necesitan campañas de educación pública bien financiadas para difundir la importancia del ejercicio y la alimentación sana, así como cambios radicales a un sistema alimentario orientado a la comida barata y procesada, lo que supone un gran esfuerzo dado el poder político de la industria de la alimentación y las bebidas. c.2022 The New York Times Company

Written by Redacción

Pumas recibirá al Cruz Azul en duelo de Concachampions

El ‘Canelo’ Álvarez se motiva en su entrenamiento con baile al ritmo de J Balvin